Testimonio misionero

¡JISU VARAI! 
ANUNCIANDO AL SEÑOR JESÚS EN BANGLADESH

“Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; 
y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. 
Antes bien, he trabajado más que todos ellos. 
Pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo.”
 1 Corintios 15,10.

Cuaresma con los niños 2020

Son las 5:30 a.m. en Lohanipara, una aldea de Bangladesh, país al sur de Asia, que limita por los cuatro puntos cardinales con India. La aldea hace parte de la diócesis de Dinajpur, en la provincia de Rajanpur, al norte del país y a esta hora matutina se escucha la voz del almuédano, desde el minarete de la mezquita, entonando el canto que inicia la primera de las cinco oraciones que el devoto musulmán reza todos los días. Por su parte, en la Iglesia parroquial de San Juan Bautista, la sacristana toca a las 6:00 a.m. un plato metálico con martillo de madera, que hace sonido de campana, invitando así a la comunidad a la Misa matinal de las 6:30. Llegada la hora de la Misa, nos preparamos para celebrar el misterio de la fe con cuatro niños, una señora que no está en sus cabales, la sacristana, tres ancianos y una pareja de esposos, antiguos catequistas de la misión. 

En la misión católica de Lohanipara trabajamos dos sacerdotes; en primer lugar, el párroco, padre Boniface Murmu, bengalí-aborigen de la tribu santal, y yo, misionero colombiano, sacerdote asociado con el “Instituto Pontificio de Misiones Extrajeras”, que tuvo su origen en Italia y conocido como PIME. Esta misión en Bangladesh la comparto con el padre Belisario Ciro; ambos pertenecemos a la diócesis de Sonsón-Rionegro (Colombia). 

Desde hace cuatro años nos encontramos en Bangladesh donde la densidad de población es alta (1.106 habitantes por km2). Según las estadísticas de las Naciones Unidas, en 2016 la población llegaba a 162.951.560 y continúa en aumento, pues cada año se registran más o menos dos millones de nacimientos. El cuadro de las religiones en datos porcentuales es así: 90% Islam (religión Oficial), 9.0% Hinduismo, 0.6% Budismo, 0.4% Cristianismo. Esta última porcentual se divide entre protestantes y católicos, representando la Iglesia Católica un mayor número de fieles. 

Nuestro trabajo pastoral sigue la experiencia “fidei donum” (sacerdotes diocesanos en misión Ad gentes) a través del PIME. En la parroquia San Juan Bautista la misión está conformada por una comunidad pequeña pero cercana a Jesús. Son muchas las personas que aman a Jesús; otras, poco lo conocen, aunque oran y piden ayuda a Dios y a la misión cuando tienen necesidad; otras, nunca han escuchado nada sobre Jesús. Esta realidad la he constatado en la visita a los hogares, cuando me encuentro con los niños y los jóvenes. Su amor por la misión y los misioneros, de ayer y de hoy, es un motivo constante de gratitud y reconocimiento por el arduo trabajo que se realiza en nombre de Jesús y que la Iglesia continúa realizando. 

Nuestra misión tiene como objetivo la cura pastoral de los fieles, que comprende el trabajo con los niños, los jóvenes, las visitas a los enfermos y las visitas ocasionales a las familias. También comprende la formación cristiana y la maduración en la fe con diferentes seminarios de formación, encuentros de carácter diocesano y formación, sobre todo con la Biblia, preparando con los catequistas la predicación en las aldeas, ya que contamos con cinco catequistas, de entre los cuales hay dos mujeres que presiden la liturgia dominical cuando no podemos ir a celebrarles la Misa. 

La experiencia con un párroco bengalí es nueva para mí, ya que en las misiones anteriores había trabajo con sacerdotes del PIME. Aquí estoy ejerciendo como vicario parroquial ayudando en lo que más se pueda: hemos comenzado este año la redacción de la “hoja dominical” con el texto del Evangelio del domingo y noticias de eventos de la semana, agregando avisos de interés comunitario. Junto con el párroco preparamos el programa mensual para visitar nuestras aldeas los domingos; todas ellas cuentan con su capilla, no muy distantes, ya que desde el año pasado, con motivo de las elecciones para primer ministro de Bangladesh, pavimentaron algunas vías que nos permiten una mejor agilidad para visitar a los fieles. Las comunidades están compuestas por dos etnias que habitan en esta zona: urao y santal, cada una de ellas con lengua propia. Por ejemplo, si saludamos un cristiano urao lo hacemos de este modo: ¡Jisu varai! Y si es un cristiano santal: ¡Jisu maran! 

Muchas experiencias he vivido con estas comunidades, de modo especial  en sus formas de acoger y de atender al misionero: son realmente sinceros y de un corazón sencillo que me hacen crecer más para amar y darles mi única riqueza, Jesús. Mientras voy con los niños en las visitas aprovecho para enseñarles una canción, y cuando en las casas nos ofrecen té con galletas, les enseño a orar antes de tomar el alimento, ya que es un don de Dios. Hacemos entonces una breve oración en bangla, damos gracias a Dios y oramos por la familia que nos ha hospedado en su casa. 

Es precioso cuando visitas una casa por primera vez. Hace pocos días, un domingo, visité una comunidad en la Aldea de Paspukur; después de la Misa y del respectivo saludo (un canto de bienvenida y un ramo de flores que lo ofrece normalmente un niño), fui a una casa con la hermana Verónica, religiosa de la comunidad María Reina de la Paz y después de un sabroso té con galletas, llegó una joven con la jarra de agua y comenzó el lavatorio de los pies; después de lavarme los pies, me los ungió con aceite, y pasé al saludo del “Jisu varai” por parte de toda la familia, ocho personas en total. Después de ello, tomamos unas fotos de recuerdo y regresé a casa en la moto. 

La misión sin oración no es más que un proselitismo de carácter humanitario que puede dar un bagaje enorme y una amplitud cultural interesante pero se quedará en solo conocimiento sin poder dar amor y sin poder dar a Jesús. Por el contrario, la misión con oración es comunión con Dios y con la Iglesia que nunca nos abandona. Mi oración cotidiana personal y eclesial en la misión de Lohanipara, Bangladesh, es ocasión para fortalecerme y seguir a Jesús.  

Escribe San Pablo: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Corintios 9,16). Esta es la misión y el Evangelio lo predico con una sonrisa a los niños, un saludo a los jóvenes, compartiendo un té o simplemente sentándome debajo de un árbol con un anciano a escuchar sus experiencias pasadas, sus dolores corporales y sus bellos recuerdos que son su consuelo y su única compañía. También se es Evangelio preparando un queso para el párroco y compartiendo la vida de cada día con sus afanes y fatigas, con sus alegrías y con sus esperanzas. Señor tengo alma misionera, llévame donde los hombres necesiten tus palabras. Todo es gracia, y esta misión la vivo en la fe y con la gracia de Dios cada día. 

Parroquia San Juan Bautista
Lojanipara
Diócesis de Dinaspur

Artículo publicado en la revista OMP de la conferencia episcopal colombiana, 2019

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