Cuento

LA CAÍDA


Siento que alguien me pica el cuerpo. Se parecen a esos aguijonazos de jeringa hospitalaria que les aplican a los humanos. Yo siento un vacio en el pecho porque alguien me está arrancado la carne. Esto sucedía durante el sueño creando una especie de hormiguero. La ciada desde tres metros de altura me proporciono un golpe de gracia que por poco reventamos del todo, pero fue simplemente una larga grieta indolora.

Esa caída fue repentina, y ante tal aturdimiento no logre percibir si era de noche o de día. Aquí estoy en medio de este fango con este hueco postrado debajo del arbolado paisaje. Ese árbol fue el mundo que me hospedo por casi cuatro meses, mi hogar; cuando empecé a despuntar como una flor muy pequeña, en medio de otras tantas. Luego comenzó mi proceso como un pequeño chanchito verde hasta ir creciendo mas y mas hasta hacerme ovalado como mis demás hermanos los mangos. También tuvimos que resistir el mes pasado una furiosa tormenta con lluvias fuertes, vientos borrascosos, truenos que aturdían y estremecían todos nuestras vidas antes de que madurara dentro nuestros cuerpos.

La mano del hombre no vino a tomarme, y él solo me ve desde un mundo lejano que no sé que es ni a qué se parece. Solo veo venir por momentos una sombra con un pico largo a pinchar mi cuerpo maduro y dulce, profiriendo unos ruidos, de un idioma que no entiendo. Seguro, evitando que se acerquen otros ejemplares parecidos a él, a realizar la misma operación de succión.

Este es mi final, una caída no tan dulce como hubiera querido terminar mi natural vivir. Por ejemplo, ir a parar como manjar en la boca de un niño o de un hambriento quizá de un comprador que me viera exhibido en el mercado; pero no en el vientre de esta forma extraña y negra, que me devora sin parar.

Soy un mango color verde, por dentro amarillo y por caer del cielo en esta tierra sentí dolor a la buena. 

Dulce con dulce azúcar se da y aquí este cuento la vida va a endulzar.

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