Carta

LA CARTA

El verano en Roma-Italia, es seco y muy caliente, estas dos palabras que definen esta estación del año son el telón de fondo para escribir esta breve carta. Nuestra existencia es una expectativa cada momento y cada día de la vida. Ahora bien, no pretendo definir ni analizar ni menos aun sistematizar lo que estoy experimentando, sino narrar a breve pincelada el caminar que ahora prosigo en el Señor Jesús, que me llama a servirlo en los pobres y sencillos de la tierra. Han pasado ya algunos días de mi descanso a casa en Colombia, que fue maravilloso, encontrando mis padres, hermanos, sobrinos, familiares y amigos, y ahora en Roma estoy esperando con ansia, que venga la visa para llegar a la tierra del Bengala, lugar de la misión por siete años. Días de espera llenos y colmados de reposo, lectura, sabrosa comida, meditación y oración, y por supuesto el alimento de la esperanza de cada día, la Eucaristía, misterio de amor supremo e inmenso, que colma el espíritu de la jornada en la casa general del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME).

Esta espera que ahora cumplo con el padre Belisario me impulsa a caminar hacia el Señor cada día más, a pesar de que el pecado o la debilidad lo pueden hacer fatigoso, confió, siempre en la misericordia de Jesús que sabe hacer mejor que nuestros prejuicios y juicios. Por tanto es una espera eclesial donde compartimos la vida y la fraternidad sacerdotal en comunión con la diócesis y con la Iglesia universal. Nuestro espíritu está disponible a acoger las insinuaciones tan precisas y determinantes del Espíritu Santo, para cumplir bien con la misión que ahora el Señor nos señala. No esperamos en vano, caminamos como peregrinos de la fe, seguros que donde Dios nos envía, Él ha llegado primero que nosotros y ha evangelizado primero que nosotros, no pretendamos sustituir la labor del Señor, solo secundémosla con nuestra disposición libre y alegre, para hacer presente en el mundo de los hombres y especialmente en el corazón los pobres, su gloria, que no es otra que la vida de Dios en cada uno, reinando, amando, dando dignidad y liberando.

La espera es un proyecto; la esperanza es el reino, reino que ya está trabajando en el corazón de los hombres, y que nosotros solo ‘siervos inútiles’ solo hacemos lo que el Señor nos manda. Jesús nos pide que seamos administradores fieles y solícitos, haciéndonos uno con todos, cristiano con el cristiano, musulmán con el musulmán, hindú con el hindú… con un corazón hecho de compasión, llevando la paz, viviendo pobremente, orando intensamente por todos, especialmente dando gracias a Dios por todos los beneficios que de Él recibimos cada día.

Quiera Dios que las palabras sean el sabor del Espíritu, experimentando de este modo, la bondad del Señor y la ternura de todos; animémonos los unos a los otros para seguir trabajando tan celosamente como lo hacemos ahora, por el Reino de Dios y su justicia. No pongamos pie en falsas pisadas, sigamos aquellas huellas seguras, que nos indica el Señor en su Evangelio, Camino, Verdad y Vida que conduce al Padre (cfr. Jn 14,6), en una palabra, como peregrinos del amor, marchemos por los caminos de la justicia, liberando, dando dignidad y sembrando el amor gratuito de Dios en el corazón de los pobres y necesitados de la tierra.


Nelson Danilo Gómez Giraldo, Sacerdote – 20 de agosto de 2014. 

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